LLegó a la Capital venido desde Navidad, recién a los 6 meses logró conseguir una pega estable, como pavimentador de calles. Se enamoró de una vecina que atendía el almacén frente a su minúscula pieza, pero sólo le sonreía pues aún no se daba la valentía para preguntarle siquiera el nombre. Para su cumpleaños habló con su madre por el teléfono de su jefe y quedó algo triste, su hermana menor Fabiola estaba hundida en la verguenza luego de que su tumor se hiciera más notorio y sus compañeros sacaran toda esa crueldad juvenil casi inocente, terminando por enrostrar su facial diferencia, que por lo demás no podía ser tratada sin dinero. Rubén no quiso llorar y el trago de agua que tomó antes de dormir, se hizo entonces más difícil de tragar. Hoy Rubén llegó a su casa feliz, con esa sonrisa sencilla y ese silbar que le recordaba tanto a las aves de su lejano hogar, le pagaron un trabajo de albañil que hizo por 5 fines de semana y que le quitó algunos años de vida, con ese dinero su hermana podría examinarse y pronto, si le rendía el cuero, poder enviarle más dinero para poderse operar. Supo además que se llamaba Natalia la chica que lo miraba y se sonrojaba al verlo comprar en el almacén. Así con esas alegrías, el hambre y el dolor de espalda ni se notaban.
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