La niña miraba como su madre cargaba a su padre. Ella gemía de esfuerzo, el reía de borracho. Nadie ayudaba, la niña se encerraba. Se ponía a leer y luego escribía algunas crudas impresiones y desnudas emociones. Los gritos y discusiones impedían que ella se concentrara en si misma. Su rabia la botaba en algunas marchas o tocatas del viejo casco urbano. Trataba de hallar solución para la degradación del ser humano. Trataba de amar sin desconfiar y a medida que se descubría más se liberaba. Mientras crecía seguía viendo como su madre cargaba al padre algunos días del mes para que no gastara su sueldo en vino, coñac o pisco. A ella sólo le importaba comer una sospecha de comida para engañar su hambre y un poco de soledad para estar con ella misma o su amante. Su madre murío y desde ahí su padre lleva 3 semanas sin dejar de beber. Ella misma le ha pasado dinero para que cotinúe su rutina y a veces incluso le oye su pesar. En una de esas oportunidades su padre notó que tenía cortes en los brazos, quizás de donde sacó más lágrimas para seguir llorando. Ella lloró también, por primera vez lloraban juntos, padre e hija abrazados, ella con hambre, el emborrachado. Para ella esto no era vivir, ni sobrevivir. Ni casualidad, ni causalidad. Ni enajenación, ni anomia. Ni menos realidad o ficción. Era un llamado a lo que sea, a lo que no a lo que si, era seguir adelante, era querer cambiarlo todo, aunque no se pueda, mejorar todo, en especial para los que entienden como felicidad sufrir menos.
3 comentarios:
me gusto bastante el texto, lo escribiste tu?
Si.
Saludos
nop no nos concoemos. ni recuerdo como llegue a tu blog, pero me gusto lo que escribes, saludos.
Publicar un comentario