Los caballos encorvados hacen ver como la moneda tirada al aire no cesa de caer
Ellos enervados nos tapaban con sus cabelleras al viento la vista de lo que ver queríamos
La moneda no cesa de caer
Las condiciones de quienes infinitamente relatan su conciencia
Lanzada al aire la moneda no cae
Las misivas a los amores incoloros, vacíos rellenados de vacío, enfermos y vacíos llenos y vacíos
Ellos, sí; ellos; respondan vamos no se queden en la base
Las piedras son lanzadas, las piedras son lanzadas, las piedras lanzadas son ¡cómo no entienden!
En lágrimas, en cantos, en puntos y en líneas, en fuego y en hielo
Las piedras son lanzadas a tu cara; a tus sones; a tus anhelos y tus dones
Esas piedras son de miles de años; de días y de ahoras
Son la base de nosotros los flotantes pisadores que aplastamos sus guaridas, sus durezas y franquicias
Las piedras no se ven, se pisan en un mar de suelas doradas
Esas las enfrascadas en el tallo de la flor marchita ama de los jardines escondida en esta golpeada ciudad de olvidos
Y la moneda lanzada al aire aún no cae
Seducen a las bases para que convergan en el precipicio de los sueños amortiguados, firmes se mantienen hasta no poder resistir a la conformidad
Sus bocas son encerradas en cuencas de ira gris quien oculta sus pelos de anís.
La moneda no cesa de caer
Mañanas en que el galope de los caballos se adentra al remolino excéntrico del entrar y salir en sus gravedades se apoyan las espaldas borrachas
Borrachas y sobrias, quiero estar sobrio, sobrio para no vivir, sobrio para dejar de pensar sobrio para de dejar de pisar esas piedras que nunca saldrán de ahí...
Pero ahora las lanzo a la par con la moneda, las lanzo con más fuerza de la que debería
Ahora mis puños son lavados en alcohol inmune
El hedor me celera rompo piedras antes de lanzarlas
Ellos me ruegan piedad inclinados en rodillas amarradas a sus almas afiebradas enfermos de ser suelo, enfermos de ser la moneda que no cesa de caer.
Algo no había sabido ver hasta que mire de reojo las luces hablantes sobre los espejos en rubor flotantes
¡Malditos quienes permitieron esto!
Eran las piedras confusas de las promesas pagadas
Pagadas a esos bancos abiertos pagados y sin pagar por quién paga lo que debe no pagar
Esos bancos con transparentes puertas cerradas, el mal consejero hizo que posáramos nuestras vidas en su creer
En creer que en siete días, él, pensó, creo, descanso y solemnizo a las limpias armas que rodean las idas ilusiones de quienes aún son piedras
La moneda no cesa de caer, y lo olvidamos al pasar bajo la moneda y sobre las piedras, abre tus tejidos ojos
Tomemos como herencia portentosa esas piedras y lancémoslas al mar de la virtud embajadora de los juicios
Y bañen sus parpadeantes esperanzas que enmohecieron su realidad.
El amparo del horror despertado es una excusa para dar cuenta a quienes revolucionan el hablar de los susceptibles
De los frágiles y de los abstemios al licor encontrado en las entrañas del pecado capital más centrado
Aplaude a quienes esquivan los caballos, pero caen en los charcos tuyos
[[Ríndete, riendo rescatando el rol represor del remedio regidor]]
Sé incoherente, insulta antes de que la moneda deje su vuelo mortal y astral
Ya no es grave ni la rígida ética ni la voraz moral
La moneda aún no cesa de caer y él en siete días hizo todo liviano
La gravedad ya no es tan grave, volemos, que más da aunque el caer sea lo grave
Seremos otra moneda lanzada al aire, como un ave
Seremos al caer otra piedra
La moneda acaba de caer y es preciso endurecer
La moneda se ha vuelto a elevar y en siete días todo va ha terminar